Querida Ansiedad,
Hoy te escribo para pedirte perdón porque no he sabido comprenderte, hasta el punto de considerar que eras mi enemiga. He hecho lo indecible para librarme de ti sin conseguirlo y generando un sufrimiento absurdo en mi persona y en los que me rodean. No sólo he creado dolor con esta lucha, también he perdido tiempo valioso, dinero, trabajo y hasta salud, por creer que la solución era que desaparecieras de mi vida.
Siento muchísimo no haberme dado cuenta hasta ahora de que eres necesaria e imprescindible para mi existencia y que lejos de ser mi pesadilla eres mi gran aliada para llevarme a lo más alto cada día. Hoy acepto tu presencia entendiendo que así como la fiebre es una señal necesaria para que prestemos atención al cuerpo y solucionemos el malestar. Tú, querida Ansiedad, eres la señal clara que recibo cuando mi equilibro mental y emocional se tambalea entrando en conflicto. “Mira en qué estas pensando y hazte cargo de ello” tratas de decirme cada vez que siento ese nudo en el estómago o mareos o sensación de ahogo y desfallecimiento. Cuánto siento, no haberte entendido antes. La de pastillas y cosas que he tomado, la de visitas a médicos y urgencias que he realizado, la de mal ratos tontos que he originado, la de momentos maravillosos que he desperdiciado por mantenerme en el cautiverio de mi propia ignorancia. Por fortuna, las cosas están cambiando porque ahora sé que si en algún momento haces acto de presencia es para ayudarme a que Preste Más Atención a mis pensamientos, los cuales seguramente son negativos y me están ocasionando malestar. Eres tan extraordinaria que sabes que si me mantengo mucho tiempo con el enfoque en lo que me preocupa, asusta o causa mal, el desastre aumenta cada vez más, por eso mismo, disparas la alarma y me envías tu clara señal. Déjame decirte, querida Ansiedad, que voy a liberarte de trabajo, todo ese que has hecho de más en los últimos años. A partir de ahora, ya no será necesario que me lleves al límite con una crisis porque a las primeras señales sabré que estás tratando de ayudarme para que me haga más consciente de mis pensamientos, así como responsable de ellos. Además, me encanta contarte que voy a introducir momentos de consciencia en los que voy a parar, respirar con atención y confiar en que todo está bien. Eso, también lo he aprendido, todo mi ser se expande y desarrolla maravillosamente cuando me relajo, confío y creo en mi y en la vida. También he descubierto y experimentado que tengo la capacidad de elegir en qué me quiero enfocar así como el poder de alimentar el miedo o la confianza. Por todo esto, te doy las gracias, querida amiga y maestra y te aseguro que cada día más elijo confiar, alimentar pensamientos positivos y ser coherente con lo que pienso, siento, digo y hago. Gracias, Gracias, Gracias.
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